jueves, 17 de octubre de 2019

Trabajos de Mierda





En primer lugar, en el concepto de tiempo tuvo que producirse un cambio.
Durante siglos, los seres humanos fueron conscientes del concepto de tiempo
absoluto o sideral observando el firmamento, donde los fenómenos celestiales
se producen con una regularidad exacta y predecible. Por otro lado, los cielos
se han contemplado siempre como los dominios de la perfección. 


Los sacerdotes o los monjes pueden organizar sus vidas alrededor del tiempo
celestial, pero siempre se ha considerado que la vida en la Tierra es un poco
más desorganizada. Aquí abajo no hay reglas fijas que se puedan aplicar. Por
ofrecer un ejemplo obvio: si se estableciese que desde que amanece hasta que
anochece hay siempre doce horas, no tendría mucho sentido decir que un sitio
está a tres horas de camino de otro sin especificar la estación del año, ya que
resultaría que la duración de las horas del verano sería de casi el doble de las
del invierno. Cuando vivía en Madagascar, descubrí que la gente campesina
—que no usaba relojes— aún suele describir las distancias a la vieja usanza, y
dicen, por ejemplo, que para llegar a pie hasta otro pueblo se tarda el tiempo
de cocinar dos ollas de arroz. En la Europa medieval, la gente solía decir que
en hacer tal o cual cosa se tardaban «tres padrenuestros» o «dos huevos
cocidos». Esto es algo extremadamente común: en aquellos lugares que
carecen de relojes, el tiempo se suele medir por acciones, en lugar de medir
las acciones por tiempo. 


Hay un ejemplo clásico sobre este tema, descrito por
el antropólogo Edward Evan Evans-Pritchard, que hace referencia a los nuer,
una sociedad pastoral del este de África:
[L]os nuer no tienen una expresión equivalente a lo que denominamos tiempo en nuestro
idioma, y por tanto no pueden hablar del tiempo como algo real, que pueda pasar, ganarse o
perderse. No creo que hayan experimentado nunca la sensación de luchar contra el tiempo o
de tener que coordinar actividades en un periodo de tiempo abstracto, porque sus puntos de
referencia suelen ser las propias actividades, generalmente de carácter lúdico. Los
acontecimientos se producen en un orden lógico, pero no están controlados por un sistema
abstracto, ya que no existen puntos de referencia autónomos a los que se tengan que adaptar
con precisión las actividades. Los nuer son afortunados.
El tiempo no es una referencia para medir el trabajo, sino que el trabajo es
una referencia para medir el tiempo.


El historiador inglés E. P. Thompson, autor de un magnífico artículo sobre
los orígenes del moderno sentido del tiempo titulado «Tiempo, disciplina de
trabajo y capitalismo industrial [89] » publicado en 1967, señalaba que lo que
ocurrió fue que se produjeron simultáneamente cambios éticos y tecnológicos,
y que estos cambios se retroalimentaron. En el siglo XIV , la mayoría de las
localidades europeas ya habían instalado torres con relojes, normalmente bajo
el auspicio del gremio local de mercaderes; los mismos mercaderes que
desarrollaron el hábito de poner calaveras humanas en sus mesas como
memento mori, a modo de recordatorio de que debían hacer buen uso de su
tiempo porque cada campanada del reloj les acercaba un poco más a la hora
de su muerte. 


La difusión de los relojes domésticos y de los relojes de
bolsillo tuvo lugar mucho más tarde, coincidiendo con el comienzo de la
revolución industrial, a finales del siglo XVII , pero cuando lo hizo favoreció
que la misma actitud se propagase entre las clases medias. El tiempo sideral,
el tiempo absoluto del firmamento, había llegado a la Tierra y comenzó a
regular hasta los asuntos más cotidianos, convirtiéndose simultáneamente en
una referencia fija y en una posesión. Todo el mundo comenzó a considerar el
tiempo como los mercaderes medievales: una propiedad finita que debía
administrarse y gastarse con mucho cuidado, exactamente igual que el dinero;
más aún, las nuevas tecnologías también permitieron que el tiempo fijo del
que disponía cualquier persona pudiera dividirse en unidades uniformes que
se podían comprar y vender por dinero.



Desde el momento en el que el tiempo se convirtió en dinero, se empezó a
hablar de «gastar el tiempo» en lugar de «pasarlo», y también de malgastarlo,
matarlo, ganarlo, perderlo, ir a contrarreloj, etc. Los predicadores puritanos,
www.lectulandia.com - Página 93
metodistas y evangélicos comenzaron a instruir a sus feligreses en el arte de la
«economía del tiempo», advirtiéndoles de que la gestión cuidadosa del mismo
era la esencia misma de la moralidad. Las fábricas comenzaron a emplear
relojes de fichar; los trabajadores debían pulsar el reloj cuando entraban y
cuando salían; las escuelas de caridad, concebidas para enseñar disciplina y
puntualidad a los pobres, dieron paso a sistemas de escuelas públicas en las
que a los estudiantes de todas las clases sociales se les enseñaba a levantarse y
trasladarse a otra clase cada vez que oían el sonido de una campana, un
procedimiento diseñado para entrenar a los niños para sus futuras vidas de
trabajo asalariado en las fábricas.



La disciplina laboral moderna y las técnicas capitalistas de supervisión
también tienen su propia historia: las formas de control total creadas
inicialmente para los barcos mercantes y las plantaciones de esclavos de las
colonias también comenzaron a implantarse entre las clases pobres
trabajadoras de los países desarrollados [92] , y ello fue posible gracias al nuevo
concepto del tiempo. Me gustaría recalcar nuevamente que lo que se produjo
fue un cambio tanto tecnológico como moral. Normalmente se suele achacar
al puritanismo, y sin duda tuvo algo que ver, pero se podría argumentar que
las formas más radicales del ascetismo calvinista en realidad eran formas
exageradas de un nuevo sentido del tiempo que, de un modo u otro, estaba
remodelando las conciencias de las clases medias a lo largo y ancho del
mundo cristiano. En consecuencia, durante los siglos XVIII y XIX , y
empezando por Inglaterra, el antiguo estilo discontinuo de trabajo comenzó a
ser considerado como un problema social. Las clases medias empezaron a
pensar que la causa principal de que los pobres fuesen pobres era que carecían
de disciplina temporal, que gastaban su tiempo atolondradamente, al igual que
hacían con su dinero.



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