Un día, Pablo Picasso estaba sentado en un café de París, dibujando algo en una pequeña servilleta.
Cuando ya había terminado, un admirador secreto lo reconoció, se le acercó y le preguntó si podría quedarse con esa servilleta.
“Seguro,” respondio Picasso. “20.000 Francos y es tuya”
“¿20.000 Francos? Eso solo le ha costado unos diez minutos dibujarlo.”
“No, no, no, me ha costado más de 40 años.”
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