domingo, 18 de agosto de 2019

El sutil arte de que te importe un carajo: Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida

La cultura del consumismo es muy buena para propiciar que deseemos más, más
y más. Bajo ese bombo y mercadotecnia se halla implícito que más siempre es
mejor. Yo mismo compré esa idea por años. Haz más dinero, visita más países,
ten más experiencias, duerme con más mujeres . . .
Pero más no siempre es mejor. De hecho, lo cierto es lo contrario: somos más
felices con menos. Cuando nos sobrecargan con oportunidades y opciones,
sufrimos lo que los psicólogos llaman la paradoja de la elección. Básicamente,
mientras más opciones nos den, menos satisfechos nos sentiremos con lo que
escojamos, porque estamos conscientes de todas las otras alternativas de las que
estamos totalmente privándonos.
Bajo esa perspectiva, si tienes la opción de dos lugares en los cuales ir a
radicar y escoges uno, es probable que te sientas más confiado y cómodo con
que la elección que hiciste es la correcta. Estarás satisfecho con tu decisión.
Pero si se te presentan 28 opciones similares y eliges una, la paradoja de la
elección señala que es probable que pases años rompiéndote la cabeza, dudando
y volviendo a preguntarte si en realidad hiciste la elección “correcta”, si de
verdad estás maximizando tu propia felicidad. Dicha ansiedad, ese deseo de
certidumbre, perfección y éxito, te harán infeliz.
Así que, ¿qué hacemos? Bueno, si te pareces al que yo fui alguna vez,
evitarás escoger del todo; buscarás mantener tus opciones abiertas lo más
posible. Evitarás el compromiso.
Sin embargo, a pesar de que invertir emocional y profundamente en una
persona, un lugar, un trabajo o una actividad podría negarnos la amplitud de
experiencias que quisiéramos, el perseguir esa amplitud nos niega la oportunidad
de experimentar las recompensas en cuanto a la profundidad de dicha
experiencia. Hay algunas experiencias que sólo puedes tener cuando has vivido
en el mismo lugar durante cinco años, cuando has estado con la misma persona
por más de una década o cuando has venido trabajando en la misma habilidad o
el mismo arte durante la mitad de tu existencia. Ahora que estoy en mis treinta,
finalmente puedo reconocer que el compromiso, en sí mismo, ofrece una riqueza
de oportunidad y experiencias que de otra forma nunca hubieran sido accesibles
para mí, sin importar a dónde fuera o qué hiciera.
Cuando buscas un amplio panorama de experiencias, surgen elementos que
demeritan cada nueva aventura, cada nueva persona o cosa. Cuando nunca has
dejado tu país de origen, el primer país que visitas te inspira un cambio masivo
de perspectiva, porque tienes una experiencia muy estrecha para contrastarlo.
Pero cuando has estado en 20 naciones, la número 21 aporta ya muy poco. Y
cuando has visitado 50, la 51 aporta aún menos.
Lo mismo aplica con las posesiones materiales, el dinero, los pasatiempos,
los trabajos, los amigos y las parejas románticas/sexuales; todos esos valores
sosos que la gente escoge para sí misma. Mientras más viejo te vuelves, mientras
más experimentado, menos te afecta cada nueva experiencia. La centésima vez
fue divertida. La quincuagésima fue como un fin de semana ordinario y la
milésima resultó aburrida y sin importancia.
Personalmente, la gran historia sobre mis años pasados ha sido mi habilidad
de abrirme al compromiso. He elegido rechazar todo salvo las mejores de las
mejores personas, experiencias y valores en mi vida. Cerré todos mis proyectos
de negocios y decidí enfocarme en ser escritor de tiempo completo. Desde
entonces, mi sitio web se ha vuelto más popular de lo que jamás imaginé. Me he
comprometido con una sola mujer para el largo plazo y, para mi sorpresa, lo he
encontrado mucho más gratificante que cualquiera de las aventuras, citas y
acostones de una noche que tuve en el pasado. Me he comprometido con una
sola ubicación geográfica y he doblado el puñado de amistades significativas,
genuinas y sanas.
Y lo que he descubierto es algo verdaderamente disruptivo: que en el
compromiso hay una libertad y una liberación. Me han aumentado las
oportunidades y he descubierto una ventaja en rechazar alternativas y
distracciones en favor de lo que he elegido que en realidad me importe.
El compromiso te brinda libertad porque ya no estás distraído por lo que no
tiene importancia y lo frívolo. El compromiso te da libertad porque perfecciona
tu atención y tu perspectiva; las dirige hacia lo que te hace más sano y feliz de
manera eficiente. El compromiso logra que tu toma de decisiones sea más fácil y
elimina cualquier temor de estarte perdiendo de algo mejor; sabiendo que lo que
ya tienes es suficientemente bueno, ¿para qué te desgastarías en perseguir más y
más y más de nuevo? El compromiso te permite enfocarte con atención en un
puñado de metas sumamente importantes y lograr un mayor grado de éxito de lo
que conseguirías de otro modo.
De esta forma, el rechazo de las alternativas nos libera: el rechazo de lo que
no se alinea con nuestros valores más importantes, con los parámetros elegidos,
el rechazo a esa búsqueda constante de amplitud carente de profundidad.
Sí, es probable que la amplitud de experiencias sea necesaria y deseable
cuando eres joven, después de todo, debes salir y descubrir por ti mismo aquello
en lo que vale la pena involucrarte. Pero es en la profundidad donde se esconde
el oro, y tienes que mantenerte comprometido con algo y profundizar en ello
para poder encontrarlo. Esto aplica para las relaciones, la carrera, para construir
un gran estilo de vida . . . para todo.

El sutil arte de que te importe un carajo: Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida



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