miércoles, 14 de agosto de 2019

Estafadores - Matthew Klein



En toda estafa, la gran pregunta es cómo terminarla. Robarle dinero a alguien
es sencillo; el problema es la huida. No quieres que la víctima vaya a la policía
o, en el caso de hombres ricos, poderosos y peligrosos, no quieres que te
persigan por sus propios medios hasta el fin del mundo.
Lo ideal es que, cuando la estafa ha terminado, la víctima no sepa que la han
engañado. Debe creer que aquel increíble negocio ha fracasado por culpa de una
llamada mal interpretada, o por la mala suerte, o por una mala compenetración.
De hecho, ¡debería estar ansioso por intentarlo de nuevo! Una estafa es positiva
cuando puedes engañar a la víctima dos o tres veces seguidas, cada vez con más
dinero en juego, hasta que la has desplumado. Si la víctima se va sin saber que la
han engañado, entonces has tenido éxito y deberías celebrarlo.
Así pues, ¿cómo deshacerse de la víctima cuando ya le has sacado el dinero?
El botón que Toby ha mencionado es una posibilidad. Un botón se organiza de la
siguiente manera:
Montas la estafa durante varias semanas. Dejas que la víctima vea que, si
participa en algo ilegal, puede ganar fuertes sumas de dinero sin ningún riesgo.
Dejas que gane varias veces, que la codicia empiece a apoderarse de él. Gana
unas cuantas carreras de caballos, gracias a mensajes telegráficos
«interceptados», por ejemplo. O gana un millón de dólares en la Bolsa, gracias a
una cajita ilegal situada en una alcantarilla de Manhattan.
Ves cómo va creciendo el entusiasmo de la víctima. Prácticamente, ves cómo
mueve los labios mientras calcula el dinero que está a punto de ganar...
Y entonces organizas el golpe final. Habrá una última apuesta con la que la
víctima podrá ganar una fortuna. Pero, claro, tiene que apostar todo lo que tiene.
Así que apuesta a un caballo...
O compra un millón de acciones...
O le compra un boleto de lotería a una anciana que no tiene nada de
sospechosa...
Independientemente de la estafa, lo que sucede a continuación es esto: la
víctima gana. Su caballo llega primero. Sus acciones triplican su valor. En otras
palabras, sabe que está a pocos minutos de recoger su premio: ¡millones de
dólares, una fortuna! Sin embargo, en el momento en que intenta cobrar el
premio, liquidar su cartera de acciones o lo que sea, sucede algo inesperado.
¿Una visita del FBI, quizás? ¿El seguimiento de un policía local uniformado? ¿O
una llamada del fiscal general del distrito?
Normalmente, la policía entra en la casa de apuestas y amenaza con detener a
todo el mundo. La víctima consigue escapar, pero por los pelos. Da gracias por
su buena suerte. Le da rabia no poder cobrar el premio, pero se alegra de no
haber acabado en la cárcel, con la etiqueta de criminal y la vida destrozada.
Piensa en lo cerca que ha estado de conseguirlo, de ganar una fortuna. Espera
ansioso el día en que el estafador le llame otra vez y le ofrezca una nueva
oportunidad para poner en práctica la trampa.
Eso es una estafa brillante. Cuando la víctima no sabe que la han engañado.
Cuando espera impaciente el día que vuelvan a llamarle.




Otra cita: 
La vida es una serie
infinita de apuestas, pequeñas y grandes. Cada vez que sales de casa, o subes al
coche, o intentas timar a criminales, siempre es lo mismo: te arriesgas. A
mojarte, a que te maten. Siempre vas al límite.

Libro: Estafadores -  Matthew Klein







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